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Un discípulo misionero sirve a la familia parroquial

This article was posted on: June 3, 2021

Esta serie de los discípulos misioneros empezó en Diciembre pasado, así que repasemos rápidamente lo que hemos discutido y las conclusiones a las que hemos llegado.

Empezamos dándonos cuenta de que Jesús nos llama para ser sus discípulos, lo cual significa, “sentarse a Sus pies” amorosamente y aprendiendo de Él. Una vez fortalecido por Su gracia y Su Evangelio, nos llama a ser Sus misioneros para ir y compartir lo que llegamos a saber y amar. Esa confianza misionera toma muchas formas. Hasta ahora nos hemos enfocado en tres: amar a nuestro prójimo en necesidad, invitar a otros a experimentar la alegría de seguir a Cristo y siendo testigos de la esperanza de la Resurrección.

Por el camino, hemos notado que un misionero puede producir fruto solamente cuando permanece siendo un discípulo fiel, continuamente nutrido por la gracia de Jesús en la oración y los sacramentos. Él nos ha dicho que Él es la vid y nosotros los sarmientos y que “sin mí no pueden hacer nada.”

Hoy quiero enfocarme en cómo el hogar de un discípulo misionero es su Iglesia, el Cuerpo de Cristo y su familia “inmediata” en la Iglesia es la parroquia. Reconociendo el principio que nuestra primera responsabilidad es siempre hacia nuestra propia familia, podemos extender esa espiritualidad a nuestra familia parroquial. Es en el corazón de esa familia donde nos lavamos en el Bautismo, alimentamos con la Eucaristía, nos limpiamos en el sacramento de la Reconciliación, nos confirmamos en la Fe y la vocación y donde estamos acompañados en esta vida hacia la otra. Es allí donde encontramos el apoyo humano, social y espiritual. ¡Qué tal don!

Por lo siguiente el discípulo misionero es llamado por Cristo a servir en la familia parroquial. Cada persona tiene que discernir cuál es su vocación particular de servir, buscando y respetando la guía de su párroco. El primer y más importante servicio es ese de estar consciente de los nuevos rostros en la iglesia, de sus necesidades, de ser hospitalarios a las familias que acaban de hacerse parte de la parroquia, a las personas en problemas con necesidad de nuestras oraciones o palabras alentadoras. Tal vez tú sientes el llamado a visitar los enfermos, a llevarles la Santa Comunión. Por medio de la parroquia, nosotros pertenecemos unos a otros, y hacemos un servicio en contribuir a esta pertenencia a través de nuestra participación en las devociones, pequeños grupos de formación de la fe, comités y eventos sociales.

Hay muchas más maneras de servir en tu parroquia. Tal vez se necesitan catequistas para ayudar a niños y jóvenes, o el equipo de RCIA (Rito de la Iniciación Cristiana de Adultos) necesita miembros para instruir a los no-Católicos quienes quisieran saber más de nuestra Fe. O tal vez sientes la vocación de servir a los pobres, hambrientos, gente sin hogar o quisieras estar involucrado en las iniciativas Pro-Life (En defensa de la vida humana) ¿Cuáles son tus cualidades, tu pasión, tus conocimientos? Explora tus opciones y habla con
tu párroco.

Más que todo, como estamos surgiendo del aislamiento de la pandemia, sirve a tu parroquia regresando a Misa, apreciándola en comunidad de fe, rezando por ella, apoyándola y mostrando tu gratitud al párroco. Mira alrededor, divisa los rostros de tus hermanos y hermanas en Cristo. Da las gracias por ser parte de esta familia de Jesucristo.

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